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Kill Me Kate: Punk como ritual, emoción como manifiesto


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Hay discos que no nacen, sino que se gestan. Que no se lanzan, sino que se liberan. El debut homónimo de Kill Me Kate es uno de esos raros artefactos que parecen haber sido tallados con uñas, sudor y cicatrices. Quince años de espera, de ensayo, de vida vivida en los márgenes, se condensan en trece temas que no piden permiso. Y entre ellos, “My Name is Horace” se alza como un himno extraño, visceral y profundamente humano.


Detrás del proyecto está Ralph Puma, un artista que no compone canciones, sino invocaciones. Su mezcla de Pop-Punk, Emo y Dark Cabaret no es solo una fusión estilística, sino una forma de canalizar emociones complejas: duelo, rabia, redención. Puma no escribe desde la superficie, sino desde el subsuelo emocional. Su música es una especie de ritual sonoro, donde cada verso parece una ofrenda y cada riff, una exhalación.


“My Name is Horace” es una muestra perfecta de esa alquimia. El tema no se presenta como una historia lineal, sino como una confesión fragmentada, un personaje que se descompone y se reconstruye entre acordes distorsionados y silencios incómodos. Horace no es solo un nombre: es un espejo roto, una identidad que se tambalea entre lo absurdo y lo sagrado.


Desde el primer segundo, la canción se siente como una herida abierta. Las guitarras no acarician, raspan. La batería no acompaña, golpea. Y la voz, áspera, quebrada, casi teatral, se desliza entre gritos y susurros como si estuviera tratando de escapar de sí misma. Hay algo de cabaret oscuro en la forma en que Puma encarna a Horace, como si el personaje fuera un médium para decir lo que no puede decirse de otro modo.


La estructura musical es deliberadamente irregular. No busca agradar, sino incomodar. Y en esa incomodidad, el oyente encuentra una extraña belleza. Porque “My Name is Horace” no es una canción para entender, sino para sentir. Para dejarse arrastrar por su caos controlado, por su lirismo torcido, por su honestidad brutal.


El álbum completo de Kill Me Kate es una carta de amor al espíritu Do It Yourself. No hay pulidos innecesarios, ni fórmulas prefabricadas. Cada tema parece grabado con las entrañas, y eso se siente. Es un disco que respira autenticidad, que no busca encajar en ninguna playlist, sino crear su propio espacio. Y en ese sentido, “My Name is Horace” es su corazón palpitante: imperfecto, intenso, inolvidable.


Si sos de los que exploran la música como territorio emocional, como espacio de resistencia y catarsis, Kill Me Kate es un proyecto que merece tu atención. “My Name is Horace” no es solo una canción: es un personaje, una pregunta, una experiencia. Y Ralph Puma, con su sensibilidad punk y su mirada esotérica, nos recuerda que la música más poderosa no siempre viene de los grandes escenarios, sino de los rincones donde la autenticidad se vuelve ritual.




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